Desde la aparición de las impresoras 3D, todos los sectores han vivido una revolución en mayor o menor medida, ya que las posibilidades creativas se han vuelto casi infinitas. Los ingenieros no necesitan una fábrica, los médicos no necesitan un laboratorio, etc.
Poder diseñar y crear nuevas piezas se ha vuelto económicamente posible, permitiendo experimentar en nuevos campos y democratizar las innovaciones. Y el campo de la medicina es uno de esos sectores que se ha beneficiado de dicha tecnología 3D.