Los gestores de contraseñas son como las verduras, sabemos que son buenos pero la mayoría somos más felices con claves que equivalen a la comida basura. Por ejemplo, a lo largo de siete años en Internet, las dos contraseñas más utilizadas fueron «123456» y «password». El principal problema radica en que no sabemos qué hace que una clave sea la apropiada, y tampoco somos capaces de recordar cientos de ellas.
La manera más segura de guardarlas todas es también la más loca, y es ponerse a memorizarlas una por una. Dada la poca probabilidad de que esto suceda, la alternativa es pasar esta carga a gestores de contraseñas, los cuales ofrecen una especie de caja fuerte que sustituye a nuestra memoria.