Bolivia atraviesa una de las crisis económicas más severas de su historia reciente, un desafío monumental que el próximo gobierno deberá abordar con urgencia y determinación tras las elecciones del 17 de agosto, enfrentando indicadores alarmantes y un modelo económico agotado. Los indicadores económicos son alarmantes: un crecimiento del PIB que apenas alcanzó el 0,73 % en 2024, una inflación acumulada del 16,92 % y una escasez crítica de dólares y combustibles que paraliza sectores clave. Este panorama, agravado por un modelo económico que muestra claros signos de agotamiento, refleja problemas estructurales que no pueden seguir ignorándose. La población sufre las consecuencias directas con un costo de vida en aumento y dificultades para acceder a bienes básicos, mientras los conflictos políticos y sociales añaden una capa de complejidad a la situación. El reto no solo radica en estabilizar la economía, sino también en recuperar la confianza de los ciudadanos y construir consensos en un país profundamente polarizado. La pregunta que surge es si el nuevo liderazgo podrá implementar medidas efectivas para revertir este deterioro.
Retos Económicos Inmediatos
Estanflación como Obstáculo Principal
La economía boliviana enfrenta un fenómeno conocido como estanflación, donde el bajo crecimiento del PIB, que apenas alcanzó un 0,73 % en 2024, se combina con una inflación acumulada del 16,92 % en el mismo período. Esta situación representa un dilema para los responsables de las políticas económicas, ya que las medidas para estimular el crecimiento suelen agravar la inflación, y viceversa. Aunque hubo una recuperación del 6,11 % en 2021 tras la caída del 8,74 % durante la pandemia en 2020, los datos recientes muestran que esta mejora no fue sostenible. El gobierno actual ha atribuido los pobres resultados a los conflictos sociales, como los bloqueos y protestas organizados por sectores afines a Evo Morales, pero los analistas coinciden en que las raíces del problema son más profundas y están ligadas a la falta de diversificación económica y a un modelo estatalista que ha perdido efectividad.
Otro aspecto preocupante es el impacto de la estanflación en la confianza de los inversionistas y en la estabilidad macroeconómica. La incapacidad de generar un crecimiento sostenido limita las posibilidades de creación de empleo y reduce los ingresos fiscales, mientras que los precios elevados erosionan el poder adquisitivo de la población. Este círculo vicioso pone en jaque la capacidad del próximo gobierno para implementar políticas efectivas sin agravar uno de los dos problemas. Además, la falta de consenso político complica la adopción de medidas estructurales, ya que las tensiones entre el oficialismo y la oposición dificultan la aprobación de reformas necesarias. El desafío será encontrar un equilibrio que permita atacar ambos frentes sin desestabilizar aún más la economía.
Escasez de Divisas y su Impacto
La caída drástica de las Reservas Internacionales Netas, que pasaron de un máximo histórico de 15.122 millones de dólares en 2014 a solo 2.807 millones en 2024, según datos del Banco Central de Bolivia, ha generado una escasez persistente de divisas desde 2023. Esta situación ha afectado gravemente la capacidad del país para importar bienes esenciales como gasolina y diésel, lo que se evidencia en las largas filas de vehículos en las estaciones de servicio. El déficit comercial, que alcanzó los 506 millones de dólares en el primer semestre del año actual, refleja además la disminución de las exportaciones de gas natural, un pilar tradicional de la economía boliviana que ha sufrido por la falta de inversión en exploración y producción.
Esta escasez de dólares no solo impacta la disponibilidad de combustibles, sino que también encarece los bienes importados, alimentando la inflación y afectando a los sectores más vulnerables de la sociedad. El próximo gobierno enfrentará la urgencia de estabilizar el tipo de cambio y garantizar un flujo constante de divisas para evitar que la crisis se agrave. Sin embargo, las soluciones a corto plazo, como la obtención de créditos internacionales, han sido bloqueadas por disputas políticas en la Asamblea Legislativa, lo que limita las opciones disponibles. La dependencia de un sector energético en declive pone de manifiesto la necesidad de diversificar las fuentes de ingresos, un reto que no puede postergarse más.
Estrategias para la Recuperación
Reformas Estructurales como Prioridad
Expertos como Gary Rodríguez, del Instituto Boliviano de Comercio Exterior, han señalado que el próximo gobierno debe enfocarse en generar un ingreso masivo de dólares para estabilizar el precio de la divisa y mitigar su impacto en la inflación. Una de las medidas clave sería resolver el déficit fiscal, que lleva más de una década afectando las finanzas públicas, mediante una reducción del gasto público y una mejora en la recaudación tributaria. La alta informalidad económica, que limita los ingresos del Estado, es otro obstáculo que requiere atención urgente. Implementar políticas que formalicen sectores de la economía podría generar recursos adicionales para enfrentar la crisis sin recurrir a un endeudamiento excesivo.
Además, la normalización de la importación de combustibles se presenta como una necesidad inmediata para aliviar las tensiones sociales y económicas causadas por la escasez. Sin embargo, estas soluciones paliativas no serán suficientes si no se abordan los problemas estructurales de fondo, como la dependencia de un modelo económico centrado en el gas natural. El próximo liderazgo tendrá que diseñar un plan integral que combine medidas de emergencia con reformas a largo plazo, buscando el respaldo de distintos sectores políticos y sociales. La deuda pública externa, que asciende a 13.805,6 millones de dólares y equivale al 25 % del PIB, aunque manejable según estándares internacionales, debe ser vigilada para no comprometer la sostenibilidad financiera del país.
Diversificación Económica a Través del Agro
Una de las propuestas más destacadas para reactivar la economía es el impulso al sector agropecuario mediante el uso de biotecnología y la liberación de exportaciones. Según Rodríguez, esta estrategia podría compensar la caída de los ingresos por gas natural, diversificando las fuentes de divisas y fortaleciendo la competitividad del país en mercados internacionales. La agricultura y la ganadería tienen un potencial enorme en Bolivia, pero su desarrollo ha estado limitado por restricciones normativas y falta de inversión en tecnología. Apostar por este sector no solo generaría empleo, sino que también reduciría la vulnerabilidad económica ante las fluctuaciones de los hidrocarburos.
Para que esta iniciativa sea efectiva, será crucial eliminar barreras burocráticas y fomentar alianzas entre el sector público y privado. La modernización del agro requiere infraestructura, acceso a financiamiento y políticas que incentiven la innovación, aspectos que el próximo gobierno deberá priorizar. Este enfoque no solo busca reactivar la economía, sino también garantizar la seguridad alimentaria y reducir la dependencia de importaciones. Sin embargo, su implementación enfrentará resistencia de sectores tradicionales y requerirá un diálogo amplio para superar las desconfianzas históricas entre el Estado y los productores, un desafío que pondrá a prueba la capacidad de negociación del nuevo liderazgo.
Mirando Hacia el Futuro
Reflexión sobre las Decisiones Pasadas
En retrospectiva, las decisiones tomadas en los últimos años dejaron a Bolivia en una posición vulnerable frente a los choques económicos y sociales que marcaron el período reciente. La insistencia en un modelo económico centrado en el protagonismo estatal, sin adaptarse a los cambios en los mercados globales, contribuyó al agotamiento de las reservas internacionales y al deterioro de sectores clave como el gas natural. La falta de previsión para diversificar la economía y las tensiones políticas que frenaron reformas necesarias fueron factores determinantes en el agravamiento de la crisis que enfrentó el país hasta las elecciones del 17 de agosto.
Lecciones para un Nuevo Comienzo
Aunque los retos son enormes, las experiencias pasadas ofrecen lecciones valiosas que el gobierno entrante puede aprovechar. La necesidad de consensos políticos para aprobar medidas urgentes, como créditos internacionales o ajustes fiscales, se volvió evidente tras años de bloqueos legislativos. Asimismo, quedó claro que la diversificación económica no es una opción, sino una imperiosa necesidad para evitar futuras crisis. El camino hacia la recuperación demandará un liderazgo capaz de unir a las fuerzas políticas y sociales en torno a un proyecto común, priorizando la estabilidad financiera y el bienestar de la población como objetivos centrales.