¿Es Sostenible El Récord De Salida De Dólares Por Turismo?

¿Es Sostenible El Récord De Salida De Dólares Por Turismo?

El mercado turístico se convirtió en uno de los principales canales de egreso de divisas y tensionó la cuenta de servicios con una intensidad que no se veía desde el último gran ciclo de apreciación cambiaria, mientras el turismo receptivo mostró señales insuficientes para compensar un flujo emisivo históricamente alto. En este marco, el análisis busca dimensionar la magnitud del fenómeno, precisar sus motores y evaluar la sostenibilidad macroeconómica del desbalance, con foco en los datos más recientes y en las señales de los próximos meses.

Este informe no solo describe una foto. Ofrece un mapa de riesgos para el mercado cambiario, un diagnóstico del impacto sectorial en la cadena de valor del turismo interno y una hoja de ruta con posibles respuestas de política y de estrategia empresarial. La premisa que guía el estudio es clarel turismo funciona como un termómetro del tipo de cambio real y, por lo tanto, como una variable puente entre precios relativos y disponibilidad de dólares.

La importancia práctica es directa. Un rojo de servicios cercano a los US$ 7.000-9.000 millones por turismo obliga a compensar con exportaciones, inversión o financiamiento. Si eso no sucede a la velocidad necesaria, las correcciones suelen aparecer por la vía de los precios relativos, de los incentivos tributarios o de regulaciones específicas.

Por qué el récord de dólares saliendo por turismo altera el tablero

El salto del turismo emisivo encontró un terreno fértil en la combinación de tipo de cambio relativamente estable frente a la inflación y encarecimiento de hoteles, transporte y gastronomía locales. En ese entorno, viajar afuera pareció más accesible para segmentos medios y altos, mientras que la demanda de escapadas domésticas cedió espacio por precio y por percepción de valor.

A la vez, la estructura de medios de pago y la facilidad para armar paquetes integrales con financiación impulsaron la precompra y el consumo con tarjeta en moneda extranjera. El resultado se observó en octubre, con egresos brutos por tarjetas, viajes y pasajes por US$ 831 millones, de los cuales US$ 592 millones correspondieron a consumos con tarjeta, US$ 131 millones a transporte de pasajeros y US$ 108 millones a giros de operadores.

El flujo de personas subrayó la tendencia. En el acumulado hasta el tercer trimestre, salieron 9,7 millones de argentinos y entraron 4,1 millones de extranjeros, dejando un déficit de 5,6 millones de viajeros. En octubre, 1,2 millones de residentes viajaron al exterior (+9,3% interanual) y entraron 679.200 visitantes (-10% interanual), con un desequilibrio mensual de 549.700 personas. El rojo de la balanza de turismo del mes alcanzó US$ 364,6 millones, con ingresos por US$ 232,43 millones y egresos por US$ 597,02 millones.

Cómo se gestó el desequilibrio actual y qué enseña la historia

La dinámica no es inédita. Cuando el tipo de cambio real se aprecia, el turismo emisivo se acelera y el receptivo pierde tracción. En los ’90, por cada turista que entraba salían 1,7 residentes, y el déficit acumulado de viajeros se acercó a 2 millones hacia el fin de la década. La salida de la convertibilidad revirtió esa relación, pero la memoria de ese ciclo permanece como advertencia sobre los límites de sostenibilidad.

El período 2015-2018 mostró otro capítulo relevante: aun con oscilaciones del dólar, la demanda de viajes se sostuvo gracias a financiamiento y uso extendido de tarjetas, llevando a un pico nominal en 2017 de US$ 10.662 millones de salida por turismo. La comparación con el presente es inevitable: precios relativos desfavorables al turismo interno, conectividad suficiente para destinos demandados y elasticidad del emisivo frente al tipo de cambio real.

Entender ese patrón importa porque anticipa los posibles desenlaces. En el pasado, los desequilibrios persistentes en la cuenta corriente derivaron en correcciones de precios relativos, restricciones temporales o esfuerzos de promoción del receptivo. La vigencia de esos mecanismos sigue siendo alta, aun en un entorno digital más sofisticado y con nuevas ofertas low cost.

Anatomía del mercado: datos, escalas y señales de precios

Escala del flujo y composición de egresos

La cuenta de turismo se encaminó a un nuevo máximo nominal de egresos, proyectado entre US$ 11.000 y US$ 13.000 millones, equivalente hasta 1,6% del PBI en el escenario alto. El ingreso por turismo receptivo, en contraste, rondaría los US$ 4.000 millones, lo que deja un saldo neto deficitario de US$ 7.000 a US$ 9.000 millones. En el acumulado del año, ya habían salido más de US$ 9.000 millones por este canal al momento del último corte disponible.

El detalle de octubre funcionó como un microcosmos del año: predominio de consumos con tarjeta, participación relevante del transporte de pasajeros y un complemento de giros de operadores. La desagregación estadística reciente mejoró la lectura, al separar turismo de comercio electrónico y servicios digitales, reduciendo confusiones habituales en el seguimiento de las divisas.

Motores de la demanda emisiva y comportamiento del consumidor

Tres vectores explicaron la expansión: tipo de cambio real apreciado, turismo interno más caro y oferta vigorosa de paquetes con financiación. La demanda se concentró en destinos cercanos y bien conectados, como Brasil y Chile, y en polos de alta atracción como Punta Cana, Aruba, Miami y Madrid. Las agencias reportaron subas de contrataciones de doble dígito, reforzadas por promociones y planificaciones tempranas.

La estacionalidad añadió combustible. El último trimestre impulsa reservas para temporada alta y dispara salidas efectivas. Al mismo tiempo, la percepción de precio-calidad comparativa favoreció al exterior, con paquetes “llave en mano” que simplificaron la decisión y ampliaron el alcance a segmentos sensibles a precio.

Lectura técnica de las cifras y malos entendidos frecuentes

El ajuste metodológico oficial separó con mayor precisión viajes, pasajes y servicios turísticos de otros consumos digitales, dotando de mayor transparencia a la cuenta de servicios. El Banco Central, al discriminar tarjetas, transporte y giros, permitió calibrar el peso dominante de los consumos con tarjeta en moneda extranjera, clave para estimar elasticidades.

Un equívoco habitual fue equiparar todo gasto con tarjeta en dólares a turismo. La nueva clasificación redujo ese sesgo y ordenó la discusión sobre sostenibilidad, al focalizar en el núcleo del fenómeno: viajes, pasajes y servicios directamente vinculados a la actividad turística.

Tendencias que definen el corto plazo y escenarios probables

El sesgo emisivo se mantuvo intenso y mostró señales de aceleración en octubre. La relación entre salidas e ingresos de viajeros presionó la cuenta de servicios y expuso la dependencia de dólares “genuinos” para sostener la estabilidad. Sin un cambio en precios relativos, la tendencia lució persistente y difícil de revertir de inmediato.

Un giro del tipo de cambio real podría alterar el cuadro en dos direcciones: encarecer los viajes al exterior y abaratar Argentina para el receptivo. Sin embargo, ese movimiento conlleva efectos sobre ingresos y precios internos que exceden al turismo. Otra vía probable fue el refuerzo de promoción internacional, la ampliación de conectividad y los esquemas de city breaks y rutas temáticas para elevar estadía y gasto por persona.

La oferta aérea regional en formato low cost agregó competencia y abarató tramos claves, lo que sostiene la salida aun con variaciones de precios. En paralelo, una mejora tangible de la relación precio-calidad del turismo local podría captar parte de la demanda, especialmente si hoteles, gastronomía y transporte ajustan tarifas y propuestas a estándares comparables del exterior.

Implicancias macro y sectoriales para operadores y decisores

Desde la macro, un déficit de US$ 7.000-9.000 millones en la balanza turística exige financiamiento alternativo. Exportaciones e inversión deben cubrir el bache para evitar tensiones sobre reservas o la necesidad de aplicar medidas restrictivas. El turismo, en este sentido, se convirtió en un canal relevante para monitorear la salud del tipo de cambio real.

Para el ecosistema turístico doméstico, el desafío fue doble: retener demanda local que hoy encuentra mejores precios relativos afuera y, a la vez, captar divisas del receptivo con propuestas de mayor valor agregado. La clave pasó por bundles claros (alojamiento + experiencias), gestión fina de tarifas y acuerdos con aerolíneas y OTAs que mejoren visibilidad y conversión.

Las agencias y operadores con foco emisivo afrontaron un entorno de alta rotación y de mayor escrutinio regulatorio potencial. Profundizar la desagregación de consumos, promover precompra responsable y diversificar con productos domésticos competitivos fueron respuestas útiles para suavizar la exposición a shocks cambiarios.

Proyecciones y márgenes de maniobra para el mercado

El cierre del año quedó marcado por egresos estimados entre US$ 11.000 y US$ 13.000 millones y un ingreso receptivo cercano a US$ 4.000 millones. Con esa línea de base, el verano se perfiló como un punto de estrés adicional si no mediaban cambios de precios relativos o señales fuertes de atracción del receptivo.

El margen de maniobra de la política económica residió en dos resortes: sostener la oferta de dólares por vías “genuinas” y cuidar la competitividad del tipo de cambio real. Cualquier intento por frenar el emisivo vía impuestos específicos o cupos implicó trade-offs sobre consumo y expectativas, y por lo tanto requería calibración fina.

Para el sector privado, la estrategia ganadora combinó pricing dinámico, segmentación por poder de compra, alianzas de distribución y experiencias diferenciales que elevaren el ticket por día sin perder rotación. En el mercado internacional, la táctica más efectiva siguió siendo la captación de turistas de alta propensión al gasto con campañas quirúrgicas, conectividad y propuestas urbanas y naturales integradas.

Conclusiones y líneas de acción

El análisis confirmó que el turismo emisivo había alcanzado un nivel extraordinario de salida de divisas, con un déficit neto que presionó la cuenta de servicios y condicionó la política cambiaria. La evidencia de octubre reforzó la aceleración del fenómeno, con consumos con tarjeta como componente dominante de los egresos. La historia reciente y más lejana mostró que estos episodios no se sostuvieron por mucho tiempo sin cambios de precios relativos o sin un aumento de dólares “genuinos”.

En ese marco, las acciones con mayor relación costo-beneficio se concentraron en: asegurar flujos de exportación e inversión para financiar el rojo; proteger la competitividad del tipo de cambio real para desincentivar parcialmente el emisivo y mejorar el receptivo; y desplegar una agenda sectorial que elevara estadía y gasto medio del visitante extranjero, a la vez que recuperara la relación precio-calidad del turismo interno. Para operadores, la diversificación de portafolio, la gestión de tarifas por estacionalidad y las alianzas con aerolíneas y plataformas se mostraron como amortiguadores efectivos.

Finalmente, el mercado había incorporado que, sin un shock de precios relativos o un salto en la generación de divisas, la tendencia se mantendría exigente para reservas y márgenes. La lectura más pragmática fue que la sostenibilidad dependió de equilibrar el termómetro del tipo de cambio real con una oferta sectorial más competitiva y con fuentes robustas de dólares, mientras se administraron los riesgos de corto plazo con instrumentos de política y disciplina comercial.

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