¿Por Qué la Economía Mexicana Tuvo un Año de Contrastes?

¿Por Qué la Economía Mexicana Tuvo un Año de Contrastes?

Un análisis exhaustivo del desempeño económico de México al cierre del año 2025 revela un panorama complejo y multifacético, definido por una marcada dualidad entre avances significativos y retrocesos preocupantes. La narrativa económica del país durante este período fue la de una entidad que luchó por adaptarse a un entorno global volátil y plagado de riesgos, al tiempo que intentaba mantener el dinamismo interno. El resultado final es una posición de modestia cautelosa, donde logros notables en áreas como el empleo y la disciplina fiscal se vieron contrarrestados por un crecimiento económico lánguido, un repunte de la inflación hacia finales de año y una persistente incertidumbre regulatoria y comercial que frenó el potencial de inversión. A principios de año, las expectativas ya eran moderadas, con proyecciones de crecimiento que se situaban en un rango de apenas 0.5% a 1.0%. Esta previsión, influenciada por una desaceleración del comercio mundial y una menor tracción de la inversión privada, marcó la pauta para una política económica gubernamental centrada en priorizar la estabilidad macroeconómica y la asignación de recursos a programas sociales, en detrimento de un impulso más agresivo al crecimiento.

Pilares de Estabilidad en un Terreno Incierto

Uno de los pilares positivos más destacados del año fue, sin duda, el mercado laboral formal, que mostró una resiliencia sorprendente frente a la debilidad general de la economía. Las cifras de afiliación al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) alcanzaron un récord histórico en noviembre, superando los 22.8 millones de puestos de trabajo registrados. Entre enero y noviembre se generaron casi 600,000 nuevos empleos formales, un dinamismo que representó una de las pocas luces consistentes en un panorama económico por lo demás lleno de fricciones. Este avance fue fundamental para sostener el consumo interno, que se convirtió en uno de los principales motores del modesto crecimiento. Sin embargo, este logro cuantitativo no estuvo exento de matices importantes. La calidad del empleo sigue siendo un desafío estructural profundo para México, ya que la subocupación y la informalidad se mantienen en niveles elevados, condicionando la mejora real del poder adquisitivo y el bienestar de las familias, lo que limita el impacto total de la expansión del empleo formal.

En el ámbito de las finanzas públicas, el gobierno demostró una prudencia relativa que fue bien recibida por los mercados internacionales y los inversionistas institucionales. La deuda pública bruta se mantuvo controlada, situándose alrededor del 51% del Producto Interno Bruto (PIB) al cierre del año, una cifra que no solo representa una ligera reducción en comparación con 2024, sino que también funciona como un ancla fundamental para sostener la calificación soberana del país y la confianza de los acreedores. Esta disciplina fiscal otorgó al gobierno una cierta holgura para maniobrar frente a posibles choques externos, aunque este margen no era ilimitado. La fortaleza de los ingresos tributarios, impulsada por las reformas para fortalecer el aparato recaudatorio, fue clave para cumplir con las metas fiscales sin recurrir a un endeudamiento excesivo. Esta gestión responsable de las cuentas públicas se erigió como un contrapeso vital ante la creciente incertidumbre que dominaba otros frentes de la política económica.

Vientos en Contra y la Sombra de la Incertidumbre

No obstante, el frente de los precios presentó un panorama menos alentador, convirtiéndose en una fuente de preocupación creciente a medida que transcurría el año. Aunque México comenzó el 2025 con una inflación dentro de los márgenes establecidos por la autoridad monetaria, las tensiones latentes se materializaron con fuerza en la segunda mitad del período. Se observaron episodios de aceleración que culminaron en noviembre con un alza anual cercana al 3.8%, un nivel que, si bien no era alarmante, reavivó la preocupación por la persistencia del núcleo inflacionario y puso una presión considerable sobre la futura respuesta de la política monetaria del Banco de México. Este repunte de la inflación, combinado con anuncios fiscales y cambios regulatorios a final de año, alimentó las expectativas de mayores riesgos económicos para el 2026. La erosión del poder adquisitivo se convirtió nuevamente en un tema central, amenazando con anular parte de los beneficios obtenidos en el mercado laboral y complicando el panorama para las familias de menores ingresos.

El entorno externo e interno fue una fuente constante de incertidumbre que actuó como un freno significativo sobre las decisiones de inversión a largo plazo. En el frente internacional, la agenda proteccionista de Estados Unidos y la retórica del expresidente Donald Trump sobre una posible revisión del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) tensaron significativamente el clima de negocios. La amenaza implícita de modificar el acuerdo comercial generó volatilidad en las cadenas de valor y paralizó decisiones de inversión que dependen crucialmente del acceso preferencial al mercado norteamericano. Internamente, el gobierno implementó políticas que mezclaron incentivos con medidas de control. La aprobación de nuevos aranceles a importaciones de países sin acuerdos comerciales y la discusión de cambios fiscales generaron una considerable incertidumbre entre los inversionistas. Esta combinación de factores explica por qué la inversión fija privada se mostró tan cautelosa.

El Legado de un Año de Dualidad

Para los inversionistas, los principales obstáculos hacia finales de 2025 fueron claros y persistentes: la incertidumbre regulatoria, los cambios abruptos en las reglas de comercio y en el marco fiscal, el riesgo latente de nuevas tensiones comerciales con Estados Unidos, y la persistencia de problemas logísticos internos y de seguridad jurídica. A pesar de que México ofrece ventajas competitivas innegables como su vasto mercado interno, su mano de obra calificada y su posición geográfica estratégica, el entorno político y regulatorio siguió exigiendo una mayor certidumbre para desatar su verdadero potencial económico. La relocalización industrial, o nearshoring, se mantuvo como una oportunidad latente y poderosa, pero su capitalización plena requería un marco de confianza y previsibilidad que no terminó de consolidarse durante el año. La falta de una estrategia clara y consistente para atraer y retener capital productivo limitó la capacidad del país para aprovechar al máximo las reconfiguraciones de las cadenas de suministro globales.

En síntesis, 2025 fue un año de fuertes contrastes para la economía mexicana. La disciplina fiscal y un mercado laboral formal en niveles récord ofrecieron una base de estabilidad macroeconómica que fue, sin embargo, socavada por presiones inflacionarias, políticas proteccionistas y una profunda incertidumbre comercial y regulatoria que limitó el crecimiento. El período dejó en evidencia que la estabilidad parcial no es suficiente para generar un dinamismo sostenido. El gran desafío heredado para 2026 consistió en transformar esa solidez macroeconómica en un conjunto de reglas claras y estables que finalmente pudieran detonar la inversión productiva necesaria para alcanzar un crecimiento económico más amplio, inclusivo y sostenido, cerrando la brecha entre el potencial del país y su desempeño real.

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