Un acto de protesta protagonizado por Ernai, la organización juvenil de Sortu, contra las instalaciones del diario El Correo ha reavivado con intensidad el debate sobre los límites de la libertad de expresión y la intimidación política en el País Vasco, generando una cascada de reacciones contrapuestas entre las principales fuerzas políticas. La acción, que consistió en señalar la sede del medio de comunicación, fue inmediatamente calificada como un ataque a la libertad de prensa, un pilar fundamental de la convivencia democrática. La condena más contundente provino del lehendakari, Imanol Pradales, quien describió el suceso como «absolutamente inaceptable», sentando una posición clara en defensa del pluralismo informativo. Sin embargo, estas declaraciones no tardaron en ser utilizadas como arma arrojadiza en el tablero político, cuando desde el medio Norte Exprés se interpeló directamente al diputado general de Álava, Ramiro González, acusándolo de ejercer un veto similar al que el propio lehendakari estaba criticando, lo que demuestra la complejidad y las ramificaciones de un debate que trasciende el hecho puntual.
Condena Unánime y Exigencias a la Izquierda Abertzale
La respuesta institucional a la acción de Ernai se caracterizó por una condena firme y generalizada por parte de los partidos constitucionalistas, quienes cerraron filas en defensa de la libertad de prensa. El lehendakari, Imanol Pradales, lideró esta postura al subrayar que señalar y atacar a los medios de comunicación por discrepar ideológicamente es una práctica intolerable en una sociedad democrática. En su intervención, defendió la libertad de expresión y el pluralismo como valores insustituibles que deben ser protegidos sin fisuras. A su voz se sumó la de Eneko Andueza, secretario general del PSE-EE, quien fue un paso más allá al vincular este tipo de comportamientos con organizaciones que «reniegan de la democracia». Andueza elevó la presión política al exigir públicamente a EH Bildu una condena rotunda y sin ambigüedades, buscando forzar a la coalición abertzale a desmarcarse de manera explícita de las acciones de su entorno juvenil. Este posicionamiento conjunto buscaba no solo repudiar el acto en sí, sino también trazar una línea clara sobre los métodos aceptables de protesta política en el actual contexto vasco.
La Matizada Respuesta y la Denuncia de una «Burbuja Mediática»
El episodio no solo puso de manifiesto las diferentes sensibilidades en torno a la libertad de prensa, sino que también reveló las profundas fracturas estratégicas que persisten en la política vasca. Mientras una parte del espectro político optó por una condena sin paliativos, la respuesta de EH Bildu, a través de su portavoz Pello Otxandiano, introdujo matices que evidenciaron una perspectiva divergente. Otxandiano rechazó el acto, pero al mismo tiempo relativizó su gravedad al compararlo con otros «métodos de protesta», como las pintadas en sedes de partidos. Su análisis fue más allá, al contraponer la acción de Ernai con declaraciones que consideró más graves del presidente del PP, Javier de Andrés, y al sugerir la existencia de una «burbuja mediática» orquestada para señalar a su formación. Este incidente sirvió como un catalizador que expuso cómo un mismo hecho podía ser interpretado de formas diametralmente opuestas, convirtiéndose en un termómetro de la desconfianza y la polarización que aún definen las relaciones entre los diferentes actores políticos del País Vasco.
