La violencia física, especialmente contra las mujeres, es como el universo observable: la parte visible es mínima en comparación con la realidad inadvertida. Por cada caso conocido hay decenas de situaciones de violencia cotidiana, latente y sostenida en el tiempo que, en la mayoría de las ocasiones, encuentran en los medios tecnológicos su vehículo, su herramienta y su amplificador. Un estudio del Instituto Europeo para la Igualdad de Género (EIGE, por sus siglas en inglés) realizado en los dos últimos años, Combatir la ciberviolencia contra mujeres y chicas, concluye que existe “una grave falta de datos e investigación que obstaculiza una evaluación adecuada de la prevalencia y el impacto” de esta lacra.